
Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que la soledad crónica se está convirtiendo en una de las amenazas más silenciosas para la salud pública del siglo XXI. Según el informe, el aislamiento social prolongado puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo y muerte prematura, con un impacto comparable al de fumar 15 cigarrillos al día.
“La soledad no es solo un estado emocional, tiene consecuencias fisiológicas reales”, explicó el doctor Martín Reyes, psicólogo y consultor de salud pública. “Afecta el sistema inmune, incrementa el estrés y altera los patrones de sueño, lo que puede desencadenar una serie de problemas físicos y mentales.”
El fenómeno se ha intensificado especialmente tras la pandemia de COVID-19, que dejó a millones de personas con hábitos sociales deteriorados. Adultos mayores y jóvenes son los grupos más vulnerables, según el informe.
En respuesta, varias ciudades están desarrollando programas comunitarios para fomentar la conexión social, incluyendo cafés terapéuticos, redes de voluntariado y encuentros intergeneracionales.
La OMS insta a gobiernos, escuelas y empresas a considerar la soledad como un problema de salud pública urgente, y no solo como una cuestión emocional.